En la década de
los setentas la Organización Mundial de la Salud (OMS), determinó que la Disfunción
Eréctil (DE) es un problema de salud pública, actualmente en el mundo se
contabilizan 2.500 millones de hombres, de los cuales el 10 por ciento, 250
millones son diagnosticados con esta enfermedad y más de la mitad de los
hombres mayores de 40 años padecen algún grado de disfunción eréctil y el
problema va aumentando según aumenta la edad.
La DE tiene grandes consecuencias
psicológicas como baja auto estima, depresión y ansiedad. Esto lleva a la búsqueda desesperada de
soluciones rápidas que generalmente se traducen en la compra de alguna píldora mágica
o medicamento que le resuelva su problema lo que tiene grandes
repercusiones en la economía familiar. Las cifras indican
que en 2007 el sector de los medicamentos para la DE obtuvo ventas en Colombia
por 38 mil millones de pesos, distribuidas en cerca de 40 productos que se
comercializan en el país, no en vano el DANE tomó la decisión de incluir los potenciadores sexuales en
la canasta familiar. Lo que más sorprende es que diversos estudios han mostrado
que paradójicamente quienes más compran estos productos no son personas de edad
como se esperaba sino en un gran número de jóvenes, lo que resulta sorprendente
si tenemos en cuenta que en esta población generalmente las causas de la DE son
de naturaleza psicológica y no orgánica.
La DE puede deberse a causas
orgánicas dentro de las cuales encontramos la hipertensión arterial, la diabetes o debido a
una lesión o efectos secundarios de medicamentos o puede relacionarse con
cualquier trastorno que cause una lesión en los nervios o que deteriore el
flujo de sangre al pene en dichos casos se amerita un tratamiento farmacológico
especializado. Sin embargo, existen
causas psicológicas como la ansiedad, el estrés y la depresión que pueden
afectar el desempeño sexual para lo que no necesariamente se requiere
medicamento. Resulta inquietante que un alto porcentaje de hombres ante la
primera dificultad en la erección se auto diagnostican como impotentes sexuales
como se denominaba antes a la disfunción eréctil (DE) o son tratados
irresponsablemente por algunos teguas y mercaderes de la salud mediante prescripción
de medicamentos químicos o naturales en forma folklórica sin que previamente se
realicen exámenes que permita valorar cuál es el origen de la disfunción
generando de paso una dependencia y condicionamiento mental a tal punto que sin
que necesariamente sea cierto quienes caen en sus manos terminan asumiendo que
para tener una buena relación sexual necesitan las famosas pastillas ignorando
que para estos casos existen otras terapias como las psicológicas que ayudan a
controlar la ansiedad, la depresión y el temor, así mismo restablecen la
seguridad y la autoconfianza en el desempeño sexual y liberan de la esclavitud
de las píldoras mágicas al punto que no se necesite vejiga para nadar.
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